Maullidos Urbanos
Por Gato de Barrio
Desde que el Congreso del Estado de Oaxaca aprobó la ley para que a los menores se les prohíba la venta de la llamada comida chatarra, es decir pastelillos, golosinas y frituras así como bebidas excesivamente azucaradas, presuntamente causantes de la obesidad y sobrepeso infantil, en otras entidades ya pretenden replicar la medida en sus territorios.
La idea es que al no permitirles a los menores comprar esas mercancías, entonces se reducirá su consumo y, en consecuencia, se terminaría con ese problema de salud que causa la diabetes, enfermedades cardiovasculares e hipertensión, entre otras enfermedades.
Sin embargo existen varios puntos donde cojea esta propuesta legal. Por ejemplo, no se ha tomado en cuenta que los menores también consumen otros alimentos al menos igualmente nocivos, como son los tamales, panes con exceso de azúcar y otros con altos niveles de grasa, que también inciden en el mencionado sobrepeso y obesidad.
Es decir, se deberían incluir este tipo de productos dentro de la lista que deberían ser prohibidos, pero hasta el momento nadie se ha pronunciado no digamos prohibir, sino al menos limitar su consumo para evitar consecuencias sanitarias negativas.
Otro punto es que no son necesariamente los menores quienes adquieren los productos chatarra, en primer lugar por la gran mayoría de ellos no tiene el dinero necesario para hacerlo; en segundo, que son los mismos padres y madres de familia quienes los compran para dárselos en casa, ya sea como pretexto para que estén tranquilos sin alterar el ambiente casero, para premiarlos por mantener aparentemente buena conducta o, simplemente, para no ser molestados en sus quehaceres cotidianos.
Entonces antes que la prohibición lo que debería suceder es orientar a los jefes de familia para que sean ellos quienes no compren la comida chatarra y, en consecuencia, no los proporcionen a sus hijos; hacerles ver que es mejor ingerir agua ya sea natural o de frutas que las embotelladas y son excesivamente azucaradas.
De esa forma se romperá con esa costumbre provenientes de las familias de hasta hace unas décadas, quienes consideraban que la gordura era sinónimo de salud y bienestar, lo cual ya se ha comprobado que es totalmente falso.
El problema no solo son los niños y la comida chatarra, se debe considerar a los adultos y padres de familia, ya que de ellos dependen, en gran medida, las costumbres de alimentación y sí ellos las mejoran, sin duda se reducirá el problema del sobrepeso y la obesidad.