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Alebrijes en Cuadratines Opinión

La marcha de AMLO

Alebrijes en Cuadratines
Por Adrián Chavarría Espinosa

ache57@yahoo.com.mx

Así como el presidente Andrés Manuel López Obrador criticó antes y después de la marcha en favor del Instituto Nacional Electoral, tanto a sus organizadores como a sus participantes, a quienes emitió todo tipo de calificativos, desde hipócritas, conservadores, reaccionarios hasta ladrones, emitió un sinfín de expresiones para alentar la participación a la manifestación que convocó para ayer domingo 27.

            ¿Pero, qué hubo más atrás de esta convocatoria? Inicialmente dijo “resistirse” a aceptar que se fueran a registrar casos de “acarreados”, es decir personas que serían llevadas por obligación, por ejemplo servidores públicos amenazados con afectaciones en sus plazas laborales, o por advertencias hacia los beneficiarios de los diferentes programas sociales de que en caso de no acudir podrían ser cancelados.

            En su conferencia del pasado martes, en tono de broma, solicitó que no hubiera acarreados al asegurar: “La gente viene por su propio pie, por su propia voluntad”; agregó: “no sé de dónde sacan que vamos a hacer un acto con acarreados, si tenemos de aprobación 70% ¿Cuánto es 70% de aprobación en 90 millones de mexicanos o 80 millones?” y concluyó: “claro que no van a venir todos, pero así estamos”.

            El viernes, en tono sarcástico dijo: “¿Saben por qué vienen acarreados? Y aprovecho, ¿no?, para invitarlos. Son muchos acarreados porque están muy contentos por el combate que ha habido a la corrupción. Hay millones de personas que van a venir acarreados porque vienen a celebrar que ya no domina la oligarquía en México. Vienen muchísimos acarreados, están contentos que haya una auténtica democracia en nuestro país”, y así siguió en esa línea.

            Precisó: “No pueden venir todos porque no hay camiones, pero, imagínense, son 12 millones de adultos mayores que reciben una pensión que antes no recibían. Dos millones 200 mil jóvenes que están trabajando de aprendices, que algunos, como es domingo, a lo mejor van a venir acarreados. Once millones de estudiantes, van a venir muchos jóvenes”.

            Apuntó: “Claro, hay de preescolar, de primaria y de secundaria. Pues que vengan con sus papás, también acarreados, once millones que reciben becas. Cuatrocientos 50 mil sembradores que reciben jornales para sembrar sus parcelas de árboles frutales, maderables. Dos millones de campesinos que reciben de manera directa un apoyo. Doscientos mil pescadores” y así continuó enumerando los diferentes programas sociales que ha impulsado en su administración.

            Así se establece que todos los beneficiados con algún apoyo oficial federal entonces deberían sentirse comprometidos a acudir a la marcha convocada, como una obligación para lo que considera una fiesta: “Entonces, vamos a organizarnos bien, porque es una fiesta. Y claro que hay, como en toda fiesta, aguafiestas ¿no?, pero, pues no pueden detener un festejo que tiene que ver con la transformación de México, porque no se había visto».

            Este tipo de presión podría considerarse como un chantaje. Es decir, a cambio de recibir una beca, un apoyo o un beneficio deben dar un respaldo más por obligación que por convicción a un político que maneja los recursos económicos oficiales como si él fuera el dueño, cuando es dinero que hemos aportado todos los mexicanos que pagamos nuestros impuestos.

            Lamentablemente los más necesitados de esos apoyos son quienes respondieron y acudieron a la marcha, principalmente por miedo a perder ya sea sus empleos o los beneficios, en ambos casos para mantener su diaria subsistencia, porque además de ilegal resultaría totalmente injusto ser objeto de ese tipo de sanciones.

            Pero para sacar adelante la marcha no fue únicamente la presión para obligar la concurrencia, también todo el gasto que implicó su promoción, organización y realización, ya que a pesar de afirmar que, por ejemplo, diputados federales dijeron haber aportado parte de sus salarios, la realidad demuestra un gasto mucho más elevado.

            Por ejemplo, desde Sonora llegaron asistentes a quienes se les garantizó autobús para el traslado, pago de hospedaje, comida y hasta 300 pesos para gastos personales, pero sin duda este esquema se repitió en otras entidades.

            Por otra parte la difusión fue copiosa, principalmente en la Ciudad de México, donde los carteles fueron reproducidos profusamente en calles, vialidades y hasta en estaciones, andenes y convoyes del Metro, sitio donde curiosamente “no existió el correspondiente permiso”, pero a pesar de las presuntas campañas para ser retiradas esos mensajes, se mantuvieron presentes.

            En fin, desde el presidente López Obrador hasta el militante verdaderamente convencido y comprometido con el autollamado gobierno de la Cuarta Transformación, podrán decir que la marcha fue un éxito, con una concurrencia mucho mayor a los doce mil calculados por Martí Batres, secretario de gobierno capitalino, o los menos de 60 mil señalados desde Palacio Nacional, pero la realidad es que se impuso toda la maquinaria de Morena.

            Lo lamentable es que con estas acciones se incrementará la polarización social y política que se vive en el país porque el inquilino de Palacio Nacional ha olvidado que es el presidente de todos los mexicanos, no solamente de quienes creen y confían en él, también de quienes estamos insatisfechos con su administración.

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