Alebrijes en Cuadratines
Por Adrián Chavarría Espinosa
Quizá en estos momentos no pueda considerarse como un mayor problema para el presidente Andrés Manuel López Obrador, pero de no modificar su actitud de confrontación con los que no están de acuerdo con su forma de pensar y actuar y conforme transcurra su administración, este conflicto podrá crecer y sus consecuencias son insospechadas.
Durante sus conferencias de prensa mañaneras, el mandatario mexicano se ha dedicado a estigmatizar a quienes no solo se conforma con llamarlos adversarios, ya que los ha colocado casi al nivel de enemigos de la nación, lo que además han secundado muchos de sus seguidores para secundarlo.
No solo se trata de seguidores que se manifiestan en redes sociales, por ejemplo el pasado viernes en Twitter se mantuvieron como tendencias las dos partes rivales. Por un lado, voces que respaldaban al tabasqueño en su iniciativa para juzgar a expresidentes, avalada por presuntamente más de dos millones 700 mil firmas y, por otro, los más de 650 firmantes del desplegado donde lo acusaban de “socavar la libertad de expresión”.
El enfrentamiento no se ha limitado a las redes sociales. Tenemos el caso de Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica, quien “fraternalmente recomendó” a los escritores Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín “quédense en su esquinita o vayan cambiando de país. No es amenaza”, insistió. Por supuesto los señalados respondieron que no aceptarían tal “consejo”.
Lo que no quiere reconocer López Obrador es que con sus expresiones establecidas como que sólo existen blanco o negro, bueno o malo, sin términos medios, lo que está logrando es polarizar a la sociedad, como no había sucedido antes en nuestra historia.
Nadie podría discutir que el presidente es un excelente político y estratega, capaz de marcar la agenda política diaria acorde a su conveniencia, donde resalta lo que quiere se maneje en los medios y la opinión pública, y calla lo que no le interesa que sea conocido o discutido públicamente.
Por ejemplo, en las últimas semanas se dedicó a resaltar la simbólica rifa del avión presidencial –que, por cierto, estuvo lejos del pretendido éxito presumido–, mientras omitió otros temas como los contagiados y fallecidos por coronavirus, la falta de medicinas para niños con cáncer o inconformidades de grupos feministas.
Asimismo, de una forma encubierta el gobierno federal a través de la Secretaría de la Función Pública ha impuesto un tipo de censura a la revista Nexos y la editorial Cal y Arena, al sancionar por una supuesta falta administrativa del 2018, que ya había sido subsanada. El castigo es no poder hacer ningún tipo de contrato con autoridades federales, donde lo que más afectará será que sus textos no podrían ser comercializadas en librerías del gobierno federal.
En sus conferencias mañaneras el mandatario se ha dedicado a criticado a los medios informativos, en particular los impresos y más especialmente al periódico Reforma, que frecuentemente destaca en su portada lo que considera fallas o errores del gobierno federal.
Por ejemplo, ese diario le cuestionó la forma cómo se obtuvieron más de dos millones de firmas ciudadanas para solicitar enjuiciar a expresidentes o también, al refutar la nota de que se han registrado 45 masacres en este año. López Obrador expresó mientras se reía y mostraba una amplia sonrisa: “Ahí está, miren, ahí están las masacres. Son predecibles, muy obvios”, actitud que fue ampliamente criticada.
Al comentar el desplegado avalado por más de 650 personalidades, reiteró que ha sido el presidente más atacado desde Francisco I. Madero, rechazaba la acusación de “socavar la libertad de expresión”, al grado de afirmar que los firmantes deberían disculparse por “quedarse callados” por lo que consideró el saqueo al pueblo de México durante el periodo neoliberal, para finalmente asegurar que en su administración se mantendrá vigente la libertad de expresión.
Recuérdese que la libertad de expresión ha sido una conquista ganada con el paso del tiempo, primero en medios impresos y después en los electrónicos, pero López Obrador desearía regresar a la época cuando se imponía la versión oficial y acallaban las voces críticas.
Tampoco puede omitirse de que se acusaron a varios ahora exmandatarios de intentar acallar a periodistas, por ejemplo Carmen Aristegui, pero ella se ha mantenido activa sin problemas y durante gobiernos federales recientes no se han registrado quejas de intentos de cierres de medios informativos o acciones represivas personales.
Considero que deben difundirse todas las voces, que las autoridades atiendan sus quejas y denuncias y, mediante acciones concretas, atenderlas para demostrar que sí se les escucha y ser tolerantes con las críticas porque es una forma de expresión ciudadana y de que, en verdad, existe y se alienta a la democracia, con lo cual se anularían las innecesarias confrontaciones entre gobierno y quienes lo cuestionan para reducir la polarización social.