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Normalistas, ¿estudiantes o delincuentes?

Alebrijes en Cuadratines
Por Adrián Chavarría Espinosa

ache57@yahoo.com.mx

Un grupo de estudiantes normalistas deciden acudir a la Ciudad de México, por ejemplo, para participar en los eventos para conmemorar los hechos sangrientos sucedidos el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. Como no tienen recursos para alquilar autobuses que los trasladen, entonces deciden tomar por la fuerza unidades de líneas foráneas.

            ¿Cuándo ha sucedido eso? Lamentablemente esas situaciones son frecuentes y sí en el ejemplo se citó lo sucedido hace 51 años, en muchas ocasiones cualquier pretexto es un bueno para la toma, por llamarlo de una manera, aunque legalmente puede considerarse como un robo de transporte de pasajeros y secuestro de su conductor.

            ¿Dónde suceden este tipo de hechos? Se registra con mayor frecuencia en las normales rurales donde, aparentemente, en lugar de que sus alumnos se preparen para ser futuros maestros, se capacitan en actividades alejadas de actividades académicas, como participar en marchas y manifestaciones, bloqueos de avenidas y carreteras, tomas de casetas en autopistas, boteo para conseguir recursos para sus causas.

            Estas situaciones se repiten constantemente en normales rurales de Chiapas, Oaxaca, Guerrero –coincidentemente, las entidades con mayores rezagos sociales, en particular en el aspecto educativo‑, en Michoacán y hasta en el Estado de México.

            Recuérdese que la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, registrado hace cinco años, sucedió precisamente cuando esos estudiantes tomaron varias unidades en el estado de Guerrero, donde existen conflictos políticos, de enfrentamientos grupos delincuenciales y de tráfico de drogas, por lo cual para unos el secuestro de camiones era para boicotear un acto del DIF de Iguala, para otros la preparación de enemigos para una presunta confrontación y, también que aparentemente en uno de los camiones secuestrados se llevaba droga cuyo destino era Chicago, en Estados Unidos.

            Entonces esa toma de camiones, insisto, que para ellos resulta tan natural como si acudieran a una clase, en realidad fue un ilícito registrado en el estado de Guerrero pero que condujo a que se involucrara al gobierno federal, como si fuera responsable de la captura y desaparición de los normalistas, al grado de que se le exige la aparición –y, con vida‑, de esos normalistas.

            En el Estado de México sucede un caso semejante con la Normal de Tenería, en el municipio de Tenancingo, donde sus estudiantes constantemente no solo secuestran camiones y a sus conductores bajo cualquier pretexto, sino que además se dedican de paso a dañar otras unidades, todo ello impunemente.

            El caso más reciente fue la semana pasada, cuando se apoderaron de 60 unidades, donde una de las mayores consecuencias fue la suspensión de varias corridas hacia municipios como Tenango, Tenancingo, Villa Guerrero e Ixtapan de la Sal, lo cual afectó a gran cantidad de personas que tuvieron problemas para trasladarse a sus actividades laborales, estudiantiles y comerciales.

            La intención de los normalistas era acudir a las instalaciones de los Servicios Educativos Integrados del Estado de México, a exigir la inmediata contratación de casi un centenar egresados: No se debe omitir que a principios de año esos mismos normalistas llegaron a esas oficinas para plantear una serie de demandas, pero aprovecharon para vandalizar al inmueble, sus instalaciones y vehículos ubicados en el estacionamiento.

            A fin de evitar nuevos hechos violentos, se dispuso un operativo policiaco para contener a los normalistas quienes, al ver esta medida, prefirieron ya no llegar y mejor regresar a su plantel pero, por supuesto, a bordo de las unidades secuestradas, sin que se decidieran liberarlas.

            En fin, se debe hacer conciencia de que la toma o, mejor dicho, el secuestro de autobuses es un delito, al igual que los bloqueos viales o las tomas de casetas, por lo cual deben ser evitadas, antes de que se repita lo sucedido en Iguala con los normalistas de Ayotzinapa o un evento aún más dramático o más sangriento.

            Nada resulta más escalofriante que pensar en cuál será la preparación de esos normalistas para ser profesores, porque ¿qué enseñarán a sus alumnos, si en lugar de prepararse académicamente se dedican a desarrollar labores nada escolares?

            Lo peor es que por una acción ilícita, los normalistas de Ayotzinapa, ahora parecen ser unos mártires sociales. Resulta necesario terminar con esas actividades nada positivas de normalistas, que se vean y comprendan que no benefician a nadie y sí en realidad quieren ayudar al país, deben prepararse para ser no buenos, sino excelentes profesores.

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