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Opinión

Ganadores y perdedores en la educación

Alebrijes en Cuadratines
Por Adrián Chavarría Espinosa

ache57@yahoo.com.mx

Cuando entraron en funciones los diputados de Morena anticiparon su decisión de revocar las reformas estructurales impulsadas durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, en particular la que Andrés Manuel López Obrador insistió en calificar como mal llamada Reforma Educativa, al grado de amenazar con que ni siquiera iba a quedar una coma de ella.

            De acuerdo a lo registrado entre la noche del jueves y madrugada del viernes pasados en la Cámara de Diputados Federal, la amenaza va en serio ya que con la apabullante mayoría de las fracciones de Morena y sus aliados, Partidos Verde y del Trabajo, lograron que se aprobaran las leyes secundarias en materia educativa, donde entre otros puntos se acepta que el sindicato tenga injerencia en la asignación de plazas magisteriales.

            Pero para que sea legal la nueva Reforma Educativa, la impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador –que para diferenciarle de la anterior debería designarla como la bien llamada‑, deberá ser aprobada por el Senado de la República, donde a pesar de que se esperan inconformidades e impugnaciones de los partidos de oposición, nuevamente será avasallada por los legisladores de Morena y sus afines.

            Sin embargo, aunque las nuevas leyes educativas sean aprobadas en el Congreso de la Unión, la oposición buscará otras alternativas legales para impedir que entren en vigor, como el acudir ante la Suprema Corte de Justicia al impugnar inconstitucionalidad, ya que consideran que entra en conflicto con el artículo tercero constitucional en lo relativo a la asignación de plazas magisteriales.

            Entonces la resolución final de esta nueva reforma educativa no será a corto plazo y, en el caso de que legalmente se anulen las leyes secundarias educativas, indudablemente que el gobierno federal también responderá y apelará legalmente para que sean válidas sus reformas, con lo cual se busca quedar bien con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, movimiento disidente del sindicato oficial.

            Finalmente, aunque pierdan, los políticos manejarán los resultados de manera que ninguno se diga perdedor, es decir que todos resultarán ganadores, pero lamentablemente sí habrá perdedores: serán los alumnos, ya que ante tanto conflictos legislativos y legales, ellos solamente han sido considerados como pretexto y no como objetivo de la confrontación política.

            ¿Acaso con la nueva reforma educativa se garantiza una mejor educación, de verdadera calidad?, ¿que los profesores estarán debidamente capacitados para preparar a quienes representan el futuro de la nación?, ¿contarán con la adecuada vocación y disposición para educar a los menores?

            Son unas cuántas interrogantes cuyas respuestas aunque aparentemente sencillas, no se alcanzarán ya que el gobierno federal mantiene su respaldo a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, aparentemente en pago por el apoyo ofrecido para la victoria electoral de López Obrador y Morena.

            Pero la CNTE no es un organismo que se conforme con lo que tiene y siempre quiere más y para ello recurre a sus movilizaciones, que van desde paros y suspensión de clases hasta manifestaciones, cierres de vialidades y carreteras, tomas de casetas de cobro y hasta bloqueos de edificios públicos, sin importar cómo se encuentran las negociaciones con las autoridades.

            Por ejemplo, la semana pasada mientras una comisión se reunía con el presidente López Obrador en Palacio Nacional, donde se reiteraba que sus demandas serían incluidas en los dictámenes presentados ante el pleno legislativo para su discusión, con la confianza de que la mayoría morenista se impondría, lo que finalmente sucedió, centenares de integrantes de la CNTE mantenían su plantón afuera de la Cámara de Diputados en San Lázaro.

            Además, nunca quedan satisfechos y sin duda su siguiente objetivo será recuperar el control financiero del sector educativo, tal y como sucedía antes de la reforma peñista y en la cual aparentemente las actuales autoridades federales no están dispuestas a ceder y será en este punto donde se avizora el enfrentamiento entre ambas partes.

            En fin, reitero: quienes deberían ser el centro de los verdaderos intereses de superación académica, que son los estudiantes, no son mencionados ni aparecen en esta problemática y, lamentablemente las consecuencias se verán a futuro, cuando los alumnos de educación básica de hoy sean los profesionistas mediocres del futuro.

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