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Alebrijes en Cuadratines Opinión

Añorado estatismo de AMLO

Alebrijes en Cuadratines
Por Adrián Chavarría Espinosa

ache57@yahoo.com.mx

Para Andrés Manuel López Obrador su nación ideal es la que existió en gran parte del Siglo XX, cuando el Estado, mejor dicho, el gobierno federal intervenía directamente en la economía nacional ya sea imponiendo las condiciones del mercado o como propietario de empresas, no solo aquellas consideradas como prioritarias como Petróleos Mexicanos o la Comisión Federal de Electricidad, sino las que fabricaban todo tipo de artículos.

            Probablemente su sistema político-económico-social perfecto sería donde el gobierno fuera el rector de las actividades productivas, con una mínima o nula participación de la iniciativa privada, es decir de empresarios que arriesguen su capital para invertir en empresas con el propósito de generar empleos y ganancias, tanto para ellos como para sus trabajadores.

            Sin embargo, en la realidad ese sistema económico ideal no funcionó. Por eso desapareció la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, o en naciones de “izquierda” –como Venezuela, Cuba o Nicaragua, por citar ejemplos cercanos a México–, sus habitantes padecen graves carencias, al grado que muchos de ellos dejan su país para sumarse a las caravanas de migrantes que buscan cruzar la frontera norte en búsqueda del “sueño americano”:

            Antes, en México, aunque no de forma totalmente conocida, el gobierno era propietario de diversas empresas, al grado que en 1982 la entonces Secretaría de Patrimonio y Fomento Industrial, se transformó en Secretaría de Energía, Minas e Industria Paraestatal, hasta que en 1994, con la desaparición de las paraestatales, quedó como Secretaría de Energía.

            De acuerdo con el estudio de El Colegio de México titulado “Auge y decadencia de las empresas estatales en México.1930-1980”, en el lapso 1920-1940 existieron un total de 36 de las empresas clasificadas como paraestatales, entre 1941 y 1954 hubo unas 144, entre 1955 y 1970 subieron a 272 y, entre 1970 y 1982, totalizaron mil 155.

            En ese estudio se explica que tras la crisis de la deuda en 1982, empezó la venta de un gran número de esas paraestatales –lo que López Obrador llama inicio de la etapa Neoliberal–, por lo cual en 1986 ya solo existían 737 de ellas, para 1990 se redujeron a 280, en 1993 solo eran 213 y en 1996 únicamente subsistían 185, de ellas 72 eran organismos descentralizados, 91 con participación estatal mayoritaria y 22 fideicomisos públicos.

            Una de las principales razones para su desaparición es que la gran mayoría no podían sostenerse con propios ingresos, y para su funcionamiento se necesitaba que el estado les inyectara recursos mediante subsidios, es decir canalizarles dinero público. Con la crisis económica eso ya no pudo continuar y fue necesario que el estado se desprendiera de ellas.

            Entonces, lo que pretende López Obrador es retornar a esas épocas donde el gobierno federal controlaba la economía y las principales empresas y servicios, para lo cual ahora utiliza a la Secretaría de la Defensa Nacional para que, además de sus funciones constitucionales, ahora los militares se dediquen no solo a construir líneas ferroviarias, aeropuertos, hospitales, sucursales del Banco del Bienestar, también administrarán varios de esos servicios.

            El problema es que los “austeros” presupuestos asignados a sus obras como la refinería Olmeca en Dos Bocas,  o el Tren Maya, en la Península de Yucatán, se han incumplido y existen cálculos que se han triplicado. O ante la baja afluencia de viajeros al Aeropuerto Internacional “Felipe Ángeles”, se le han canalizado millonarios subsidios para su operación.

            El problema es que para otorgar esos recursos “extra” a esas obras y servicios se han cancelado fideicomisos y programas sociales, el “otorgar” los beneficios económicos directos “sin intermediarios”, a lo cual se suman las constantes críticas por López Obrador a los “altos” sueldos y gastos en organismos y dependencias autónomos, para lo cual invoca que según la Constitución ningún funcionario público puede tener un sueldo mayor al presidente.

            (Sobre ese punto, el político tabasqueño constantemente critica a quien se ha preparado y desea obtener recursos, acordes a su capacidad profesional y, en cambio, recomienda que las personas no aspiren a “lujos” y se conformen con lo mínimo: un par de zapatos y algo de ropa, debido a que él nunca ha sabido lo que es esforzarse por crecer personal y laboralmente.)

            Además, las dos principales empresas estatales, Pemex y la Comisión Federal de Electricidad, han resultados ineficientes y pese a todo el dinero asignado no alcanzan una estabilidad económica; además, especialistas financieros consideran que ese mismo destino tendrán las obras insignias del actual gobierno, como las ya mencionadas, y a las ahora se les sumará la nueva “Aerolínea del Estado Mexicano”.

            Esta última empresa perjudicará a las actuales aerolíneas comerciales las cuales no podrán competir ante los subsidios que recibirá la que se espera retome el nombre de “Mexicana de Aviación”, por lo cual los especialistas aeronáuticos calculan que, si todo funciona adecuadamente, podría ser autosuficiente en más de cinco años.

            Se debe considerar que el propósito de López Obrador de retornar a la administración “estatista”, es parte de su propósito “transformador” para centralizar en él todo el poder político, a fin de que nada ni nadie le impida tener su país “ideal”: decir un lamentable socialismo trasnochado y obsoleto, sin resultados positivos para la mayoría de los mexicanos.

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